Taller «EMOCIONA-T»

Taller de crecimiento personal basado en la inteligencia emocional
¿Crees que has pegado ya el último estirón?
¡emocionalmente puedes crecer aún más!
La inteligencia emocional es una habilidad para identificar y reconocer las emociones en nosotros mismos y en los demás. Ser inteligente emocionalmente no suena del todo convencional. Se trata de un constructo que hasta hace pocos años se ignoraba. El concepto de inteligencia se limitaba al predominio de áreas como la lingüística o las matemáticas. Hoy en día sabemos que comprender estas u otras materias está muy bien pero no van a ningún lado sin una buena productividad mental, es decir, el saber recoger las ideas estudiadas y elaboradas en una eficiente puesta en práctica de las mismas. Y para ello, la inteligencia emocional tiene una gran influencia. Podemos ser una persona con un alto conocimiento sobre una o varias áreas, tener un torrente de creatividad con la que llegamos a ideas originales y desarrollar proyectos sorprendentes pero todo el tiempo, y de forma paralela, las emociones nos acompañan, por ello, una correcta gestión emocional contigo mismo y en relación con otras personas resulta imprescindible.
Pero, ¿qué son las emociones?
Los seres humanos no sólo somos seres racionales, también somos emocionales. Las emociones son adaptativas, nos informan y nos preparan para la acción. Influyen el pensamiento y en la memoria, y no duran para siempre.
Rabia, miedo, asco, alegría, tristeza, ansiedad, estrés, vergüenza o celos son algunas de ellas; todas cumplen una función, por lo que no hay emociones malas ni buenas, todas son adaptativas.
Otro aspecto importante es su relación con la experiencia corporal, es decir, se reflejan en nuestro cuerpo y nos producen cambios fisiológicos relacionados con el ritmo cardíaco o la temperatura de la piel, entre otros. Asimismo, cada emoción es sentida a modo de tensión o relajación en diferentes partes de nuestro cuerpo.
¿Podemos desarrollar la Inteligencia Emocional?
Es cierto que hay personas que tienen predominancia en su área racional y otras más en su área emocional. Pero no es excluyente para empezar a crecer de forma personal en la identificación, reconocimiento y gestión de las emociones.
Con la práctica podemos llegar a ser más inteligentes emocionalmente. Hay 4 aspectos fundamentales para empezar la práctica:
- Ser conscientes de los sentimientos y encontrar una forma de expresarlos.
Queremos controlar todo el tiempo aquello que sentimos o pensamos pero es una tarea de lo más difícil. Es importante que sepamos cómo funcionamos para comenzar con el primer paso, ser conscientes.
SITUACIÓN–>PENSAMIENTO<–>EMOCIÓN–>ACCIÓN–>CONSECUENCIAS
Normalmente, previa a una emoción surgen los pensamientos, sentimos esa emoción y nos prepara para la acción, actuamos y surgen unas consecuencias.
Empecemos con los pensamientos. Nuestro cerebro produce pensamientos todo el tiempo, pero es importante elegir cómo nos relacionamos con ellos. Estas son las cosas que nos decimos; nuestro diálogo interno. Surgen como forma de interpretar una situación y como decía, según la corriente de pensamientos que tengamos así sentimos. Hay otros momentos en los que la emoción surge como respuesta inmediata a una situación, y se produce inmediatamente después lo que se conoce como la experiencia corporal sentida, es decir una alarma de nuestro cuerpo en respuesta a una situación. Sea el pensamiento previo a la emoción o viceversa, ambos influyen el uno en el otro. Imagina que tu ira es de color rojo, pues si intentas buscar soluciones inmerso en esta emoción, todo el arsenal de pensamientos que generes se veran de color rojo.
¿Cómo relacionarnos entonces con los pensamientos sabiendo que tienen influencia sobre nuestras emociones y nuestras emociones sobre ellos?
Si queremos ponernos a hablarnos un ratito con ellos, fenomenal, llegaremos a grandes ideas y seguro que será agradable. Pero hay veces que el modo de interpretar las situaciones nos hace llegar a estados emocionales muy intensos y difíciles de aliviar. Estos son los sesgos del pensamientos, es decir, formas de interpretar la realidad de forma absolutista (todo/nada, malo/bueno, justo/injusto) o jugando a ser adivinos (estoy segura de que pasará… o seguro que esta persona hace esto por esto otro). En este caso lo mejor será intentar flexibilizarlos un poco, adoptando una actitud realista, sin necesidad de que sea positiva. Si el pensamiento se repite y no te deja vivir, lo mejor será aceptarlo, no hacer nada con él, no darle demasiada importancia e intentar no conversar mucho con él, y sobre todo saber que pasará. Estos tipos de pensamientos casi siempre están influenciados con la presencia de una emoción, como la ansiedad, que suele ser la alertadora de que hay emociones que no están siendo escuchadas, como la tristeza, la rabia o el miedo, entre otras. Ya veremos esto más adelante pero en definitiva, es importantísimo modular la forma en la que nos hablamos, se amable contigo mismo por favor.
En cuanto a las emociones, muchas veces estas surgen de forma instintiva, no hay filtro de pensamiento, pero en el resto de ocasiones, que suele ser la mayoría, surgen tras haber pasado la situación por este filtro de pensamiento, es decir, nos hemos dicho cosas antes. La emoción surge y es importante sentirla sin rechazarla, encontrar un espacio para expresarla o dejarla que esté hasta que pase. Como decíamos la emoción se manifiesta en el cuerpo, por ello te propongo que observes donde se coloca cada una de tus emociones y déjalas estar, vienen a cumplir una función y se acabarán yendo. Y ¿qué forma tiene una emoción? es como una campana de Gauss en función del tiempo y la intensidad, comienzan según se va empezando a sentir y van incrementando su intensidad hasta llegar al punto más álgido para luego bajar su fuerza y terminar. Por ello, no hay que tenerles miedo porque no duran para siempre.
2. Poder encontrar una forma de expresión y regulación emocional efectiva.
No es lo mismo expresar que demostrar. Cuando estamos inmersos en una emoción, lo vemos todo del “color” de esa emoción, por ello, no nos ayudaría actuar “bajo ese efecto emocional” si la situación no es de riesgo extremo. Si actuamos o intentamos razonar estando en la cima de la emoción, todo se volverá mucho más drástico.
Conseguir una regulación emocional efectiva es difícil pero no imposible y se va consiguiendo con la práctica. No hay que rechazar ninguna emoción que venga, todas nos informan de lo que pasa a nuestro alrededor y nos preparan para la acción. Pensemos en los seres humanos primitivos, ¿qué ocurriría si no hubieran escuchado sus emociones? posiblemente nos habríamos extinguido. Si una tribu desconocida se acercaba a nuestro territorio, de primeras, se nos acelera el corazón y nos tensionamos, la emoción que surge es la ansiedad que nos dice ¡oye! tienes algo importante a lo que hacer frente, posteriormente si veíamos que esa tribu venía en una posición de arrebatarnos nuestra comida, utensilios y territorio que tanto nos había costado, empezaríamos a sentir como el cuerpo se llena de energía, nuestra mandíbula se aprieta y nuestros puños se cierran, la emoción que surge es la ira, necesitamos defendernos, esta nos dice, ¡oye! quizá sea bueno que pongas límites. Reconocer y ser conscientes de cada emoción es imprescindible y es importante que las expresemos, pero es cierto que si la emoción es muy intensa lo mejor será tomarnos un tiempo, para que nuestra curva baje un poco y cuando estemos sin esa emoción tan alta pensar en la forma de expresarla. Una buena forma es decir claramente y de forma objetiva lo que te ocurre, sin juzgar al otro ni a ti mismo y si quieres proponer una solución (¿qué te parece si…?). Seguramente haya emociones que nos sean más difíciles de expresar que otras pero todas son importantes y deben cumplir su función de una forma sana, sin dañar a nadie ni a nosotros mismos.
3. Poder empatizar, tolerar, ser asertivos y agradecidos.
Ser empático, es ser capaz de poder ponerte en el lugar del otro, sin hacerte responsable de sus emociones, ¡cuidado!. Para trabajar la empatía, es fundamental aprender a escuchar, todos oímos y tenemos miles de respuestas que dar pero es fundamental, escuchar activamente lo que el otro nos está contando, intentado comprender qué y cómo son sus ideas, por qué siente lo que siente y cómo lo siente. Lo segundo, como venimos diciendo todo el tiempo, es no poner juicio en lo que la otra persona está sintiendo, validar la emoción es importante. Por otro lado, si vemos que la persona está dañandonos porque está demostrando su emoción y no expresandola, tenemos todo el derecho a salir de ahí, podemos decirle, que no podemos estar ahí en este momento y que esa forma de sacar el enfado (por ejemplo) no os ayuda a ninguno de los dos, que te retiras para poder hablar luego. Esto se llama ser asertivo, uno puede ser asertivo con uno mismo y con los demás. Ser asertivo significa intentar no comunicarse de una forma pasiva, ni agresiva. Pasiva sería no expresar lo que uno siente, por lo que no se enfrenta a las situaciones dejando que la otra persona tome el control. Agresiva sería demostrar lo que uno siente sin tener en cuenta a la persona que tienes delante y la forma pasiva-agresiva, sería demostrar indirectamente los sentimientos negativos en lugar de referirse a ellos abiertamente, en este último caso, hay una desconexión entre lo que la persona dice y lo que hace.
Ejemplo de asertividad:
Me siento (emoción), cuando tú (conducta de la otra persona descrita de forma lo más objetiva posible sin culpar ni juzgar), qué te parece sí (se propone alguna alternativa) y así tú (…..) y así yo (…..)
4. Intentar aceptarse a uno mismo tal y como siente.
Como veníamos diciendo, es importante ser empático con los demás pero cuidado, no nos olvidemos de nosotros mismos, ser empático con los demás está muy bien pero seamos también empáticos con nosotros mismos. Intentemos en la medida de lo posible no ser agresivos con nosotros mismos, ni pasivos, ni pasivos-agresivos por favor. Escucha lo que sientes y acéptalo, no pasa nada porque sintamos tristeza, enfado, envidia o ansiedad en ocasiones, forman parte de nuestra naturaleza. Lo importante es saber reconocerlo y encontrar la manera, si lo vemos oportuno, de expresarlo al otro sin intentar controlarlo. Ya sabemos que las emociones influyen en la forma de pensar y que los pensamientos influyen en las emociones, por lo que si nos viene una emoción, no nos asustemos, nos está avisando de algo, simplemente acéptala, si no nos enroscamos en un tren de pensamiento derivado de esa emoción, pasará más `pronto que tarde y su intensidad no será tan alta. Recuerda que todo lo que podrás decir mientras estás en esa emoción será del “color” de esa emoción. Encuentra formas de expresión, ya sea comunicandolo de forma lo más asertiva posible y/o mediante otras vías como el arte. Esto te ayudará a sacar emociones que normalmente te cuesta más decir con palabras; el baile, el canto, las artes escénicas o las artes plásticas son verdaderos canales de expresión emocional.
Por último, demos un giro de rosca a todo esto. No sé si te habrás fijado pero a cada uno de nosotros nos visita con más frecuencia una emoción más que las demás. ¿Ansiedad, alegría, culpa, miedo, tristeza, enfado, vergüenza? Todos tenemos una emoción predominante, y muchas veces no se corresponde al 100% con la situación real del momento. Hay personas que sin saber porqué responden de una forma irascible a diferentes situaciones, a otras les surge la culpa incluso cuando ellos no son responsables de lo que realmente está pasando o no son ellos los únicos responsables, sin embargo cargan con toda. Otras personas, ríen o responden de forma chistosa cuando no toca y otras sienten una intensa vergüenza en situaciones donde no están quedando en ridículo. ¿Por qué ocurre esto? Estas emociones actúan de barrera, es decir, ante la posibilidad de sentir otra emoción que hemos aprendido que no nos gusta sentir, sale nuestra emoción barrera. Es un tapón de las demás emociones que están queriendo salir. ¿Y por qué esa emoción en concreto me sale más que las demás? seguramente en un momento de tu historia de vida, esta emoción (culpa, miedo, tristeza, enfado o vergüenza) tuvo mucho protagonismo. O por el contrario, aprendiste a lidiar las situaciones difíciles con otra emoción que te servía para desviar la emoción principal que no te resultaba nada fácil de sentir y expresar o que no te permitieron expresar. En el camino del crecimiento personal, es importante detectar cuál es tu emoción barrera, de donde surge y qué emociones se encuentran debajo de esta que quieren salir. Alguna situaciones de la infancia que generan diferentes emociones que se repiten después pueden ser: una situación en la que las figuras de referencia te hacían responsable de su estado emocional, de modo que ante la incertidumbre, enfado o falta de respuesta en una persona, surge la culpa, creemos que somos responsables del estado emocional de la otra persona. La culpa también puede surgir cuando hay una situación de falta de regulación y responsabilidad emocional en alguno de los padres o cuidadores ante situaciones difíciles, por lo que surge en el infante la culpa como emoción latente que quiere reparar un daño, un daño que no fue su responsabilidad. Con respecto a la ira como emoción barrera, esta puede haber surgido de la repetición de experiencias donde se sobrepasaron los límites, donde hubo una persona de referencia que no respetaba los límites de los demás, se brindaba de privilegios dejando a los demás sin nada, o agredía verbal o físicamente reiteradas veces al niño o niña. Suelen ser situaciones en las que el menor que aún no ha desarrollado las herramientas suficientes para hacer frente a situaciones difíciles, aparecen emociones fuertes en respuesta a las mismas durante un tiempo prolongado. Estas emociones se repiten pero hay que recordarles que aquella situación ya pasó intentando no reaccionar cada vez que veamos que aparecen de forma intensa. Mirala, entiendela, cuidala, amala y recuerdale que ya pasó.